Comencemos con un dato que va a sorprender a la audiencia. A lo largo del día, de un día de 24 horas, los seres humanos somos capaces de tener, aproximadamente, 60.000 pensamientos distintos, de los cuales la friolera de un 95% ocurren de forma automática sin que nosotros los traigamos a la cabeza.
Si ahondamos más en datos y estadísticas, nos encontramos que en un 80% de esos pensamientos que vienen de forma automática sin que nosotros los invitemos a pasar, son de contenido negativo, es decir, son pensamientos que, si pudiéramos elegir, no tendríamos en nuestra cabeza.
Por ello, es interesante hacer una distinción clara y es que existen dos tipos de pensamiento: los pensamientos EGOSINTÓNICOS y los pensamientos EGODISTÓNICOS.
- EGOSINTÓNICOS: Son aquellos que tienen sintonía con el EGO, sintonía con el YO, sintonía con uno mismo, es decir, aquellos pensamientos que sí me apetecen tener. Que soy yo el artífice de que vengan a mi cabeza. Por ejemplo, estoy en el supermercado y tengo en mi cabeza la lista de la compra y voy por los pasillos pensando qué comprar, dónde comprar o cual es mi marca favorita o las más barata.
- Por otro lado, tenemos pensamientos EGODISTÓNICOS, distintos al EGO, distintos al YO, son ese tipo de pensamientos que no le apetece tener a nadie, pero que vienen sin ser llamados. Dentro de los pensamientos Egodistónicos y, con el fin de simplificar para hacer este tema más entendible, podemos distinguir que los contenidos sobre estos pensamientos que no nos apetece tener pueden ser de dos tipos: rumiaciones sobre el pasado o anticipaciones al futuro.
Veámoslo con ejemplos: Comencemos por las rumiaciones:
Imaginemos que estoy por la mañana recién despertado, tranquilo en casa y, tras abrir los ojos, me levanto y pum: me viene el pensamiento de aquel día en el trabajo en que metí la pata por que le di a mi jefe un dato equivocado. Si solo fuera eso, viene el pensamiento y ya está y somos capaces de seguir con nuestras vidas. En principio, no pasaría nada, ya que yo no he traído el pensamiento, pero tampoco le estoy dando mayor importancia.
Pero, ¿qué suele hacer el maldito ser humano? Recrearse en ese pensamiento. Te enganchas a él y te viene a la mente la cara de tu jefe cuando te estaba diciendo que lo hiciste mal, las risas de tus compañeros, la humillación colectiva de tener que volver a empezar el trabajo desde cero… Y, si a eso le sumamos, que hoy tienes otra entrevista de trabajo en una empresa diferentes: spoiler, no tiene muy buen pronóstico. Este tipo de pensamientos relacionados con el pasado suelen traer emociones relacionadas con la tristeza, por lo que, si somos personas que rumiamos sobre el pasado y pensar aquello que hizo y me arrepiento o aquello que no hice y pudo ser, tendremos más tendencia a trastornos de tipo depresivos. Aun así, recordemos, estamos simplificando mucho la realidad.
Por otro lado, hay personas que son más tendentes al futuro, tendentes a engancharse en un pensamiento y ver todas las posibilidades habidas y por haber sobre el futuro incierto. Veámoslo, nuevamente, con otro ejemplo: nos salta en la cabeza el siguiente pensamiento: “Mañana tengo un cumpleaños y va gente que no conozco” Nuevamente, si eso se queda ahí y sigo con mi vida, no va a pasar nada, el pensamiento viene sin ser llamado, pero tampoco podemos hacer otras cosa.
Pero, como ya sabemos, los seres humanos tendemos a darle vueltas al coco y comenzamos a pensar de manera rápida, casi automática: “Voy a ir al cumpleaños, no voy a conocer a nadie, seguro que no lo voy a pasar bien. Y, claro, aunque vaya con mi amigo Pedro el sí que conoce y me va a dejar tirado. Me voy a quedar yo allí con cara de tonto, incomodo y sin saber qué hacer” Este tipo de pensamientos relacionados con el futuro y las distintas posibilidades negativas que pueden ocurrir con respecto a este tienen correlación con trastornos relacionados con la ansiedad. Por lo que, si sigo pensando de esta manera voy a sentir la ansiedad y si decido no ir al cumpleaños la estaré evitando pero, al próximo cumpleaños, voy a volver a experimentar lo mismo.
Con todo lo explicado hasta aquí sobre pensamientos egosintónicos y pensamientos egodistónicos sobre el pasado o sobre el futuro, nos asalta la pregunta lógica de: ¿Cómo escapo de mi cabeza? ¿Cómo controlo mi mente y mis pensamientos? Pues tan fácil y tan difícil que dejando de intentar controlar. Me explico.
Para controlar nuestra cabeza, lo mejor es intentar de dejar de controlar nuestra cabeza. Si yo pienso que no quiero pensar en algo concreto, ese algo concreto se vuelve más fuerte en mi cabeza. Si yo te digo: “no pienses en un oso blanco”… pum! OSACO BLANCO, ahí, tumbado en mitad del polo norte. Por tanto, si piensas: “no quiero pensar en el cumpleaños de mañana” tu cerebro va a entender “cumpleaños de mañana” o “no quiero pensar en la cagada en el trabajo” tu cerbero va a entender “cagada en el trabajo”. Por tanto, el primer paso para dejar de pensar en algo es no intentar dejar de pensar en ello.
Entonces, si no puedo controlar mis pensamientos: ¿qué debo controlar? Algo más básico. Debes controlar DÓNDE SE ENCUENTRA TU ATENCIÓN. Cuando estamos rumiando sobre el pasado o anticipando el futuro, mi atención está dentro de mi cabeza. Probablemente, mi cuerpo esté haciendo la cama, conduciendo, en una terraza con amigos, viendo una serie o paseando por el campo. Pero, mi atención está en el futuro o en el pasado, desatendiendo, por supuesto, lo que está ocurriendo fuera de mi cabeza
Por tanto, debes intentar conseguir:
- Dejar de controlar los pensamientos y aceptar que van a venir sin que tú los llames y no intentar echarlos a la fuerza.
- Entrenar tu atención para que no se enganche a esos pensamientos y les de vueltas, a la vez que comienza a disfrutar de todo aquello que está pasando fuera de la misma.
Por supuesto, no dudes en pedir ayuda si ves que necesitas algo más para conseguirlo.