Todos oímos hablar cada año de cientos de dietas cuando se acerca el verano con la famosa “operación bikini”. Todo esto implica pérdida de peso y verdaderos sacrificios insostenibles en el tiempo. La dieta de la piña, la dieta “perricone” o las famosas dietas detox. Así como mensajes incesables como “Adelgaza de aquí a verano sin dietas milagro”, “Come de forma saludable para bajar esos kilitos que te sobran”, “el alcohol es el demonio”, “Entrenamiento de fuerza para mejorar tu estética”, “Control de calorías”. Todo ello se podría resumir en un único objetivo que resuena en la cabeza de muchos y muchas y que puede tener consecuencias catastróficas: “ADELGAZA, ADELGAZA, ADELGAZA”.
Ahora bien, lo que no se suele explicar es la “cara b” del asunto, las dietas son un importante factor de riesgo para desarrollar un trastorno de la conducta alimentaria (TCA). Someternos a todo esto genera culpa y necesidad de compensar lo que “hemos hecho mal” sencillamente por disfrutar, y es que no es nada sorprendente que acabemos adentrándonos en restricciones, compensaciones y un sinfín de creencias disfuncionales sobre la comida y nuestro cuerpo.
La verdadera operación bikini debe cambiar de forma urgente, sustituir “necesito cambiar mi cuerpo” por “me merezco y voy a disfrutar de mi cuerpo, de la comida y de vivir”, porque tu valía como persona no la determina ni el número de la báscula, ni tu IMC, ni el tamaño de tu cuerpo.
El cuerpo es sabio, no deja nada al azar, y la regulación del apetito es un proceso complejo y, sobre todo, innato. Contamos con un sistema de regulación de hambre y saciedad que nos envía las señales necesarias basadas en los efectos de la glucosa, la insulina, uso de la energía, liberación de calor, etc. Si atendemos a la neurociencia, la región encargada de ello es el hipotálamo, así como el sistema nervioso central (SNC), el cual recibe y organiza la información del estado energético del organismo y envía señales hacia los órganos para conseguir un balance energético óptimo (González Hita et al., 2006)
Al introducirnos en las dinámicas anteriormente comentadas podemos, a medio-largo plazo, desconectarnos por completo de nuestras necesidades y de dichas señales, así como producir verdaderos desequilibrios neurológicos y desórdenes metabólicos que, unidos a un esquema mental disfuncional sobre la comida y el cuerpo, pueden desembocar en un TCA. Aquí surge la necesidad de reconfigurar dichas señales, pero esto se convierte en una ardua tarea casi imposible de compatibilizar con una necesidad de controlar la ingesta, el peso o la figura corporal (spoiler: nunca será suficiente).
En 1995, las nutricionistas Tribole y Resch, comenzaron a investigar una forma diferente de alimentarse, con un enfoque mucho más amable: la alimentación intuitiva, cuyo objetivo es construir una relación más sana con la comida y aumentar la conciencia interoceptiva, con la finalidad de mantener la homeostasis o equilibrio corporal y eliminar pensamientos, reglas y juicios sobre la alimentación.
Los principios generales son escuchar a nuestro cuerpo, la libertad total de elección de alimentos sin establecer horarios o raciones, lo cual potencia el placer por comer y el autoconocimiento (detectar hambre, gustos y satisfacción). Se trata de una integración de cuerpo, mente, emoción y pensamiento racional que permite tomar decisiones alimentarias, respetando las propias necesidades y el derecho a satisfacerse, dejando atrás la culpa.
Las personas que comen de forma intuitiva y mantienen una relación sana y libre con su alimentación presentan una mayor autoestima, bienestar psicológico, aceptación corporal, respeto hacia sí mismas, así como una ingesta suficiente, diversa y placentera.
Parece fácil, ¿verdad? Comer cuando te apetezca, parar cuando estés lleno o llena, escuchar las señales…pero lo cierto es que es complicado si estás en una situación de desconexión. Por este motivo, es fundamental que antes de comenzar una alimentación intuitiva, se revisen y trabajen las ideas, pensamientos y conductas con respecto a la comida y el cuerpo. Es un proceso basado en el aprendizaje y la acción y es vital realizarlo en compañía de un profesional en caso de estar pasando por un TCA o estar en proceso de recuperación, para así evitar que todo ello se convierta en un mantenedor de las conductas de riesgo o en una pseudo-recuperación.
Todos merecemos estar en paz con nosotros mismos, aceptarnos y ser lo más felices posibles en un mundo lleno de presión y mensajes sobre “lo que debe ser”. La libertad es una de las mejores sensaciones que el ser humano puede tener. Si estás pasando por un TCA o todo esto te hace algún tipo de click en tu cabeza, pide ayuda, otra realidad es posible.
Referencias bibliográficas
González Hita, M. E., Ambrosio Macías, K. G., y Sánchez Enríquez, S. (2006). Regulación neuroendocrina del hambre, la saciedad y mantenimiento del balance energético. Investigación en Salud, Vol. III, 3, 191-200. URL: medigraphic.com/pdfs/invsal/isg-2006/isg063i.pdf
Schvartzman, I. (2022). Salud en Todas las Tallas: un nuevo y necesario enfoque de trabajo en salud. Revista Límbica Vol. III, 4, 32-40. URL: Salud-en-todas-las-tallas_Irene-Schvartzman.pdf (revistalimbica.com)
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