Uno de los problemas más comunes de pareja en consulta es la poca frecuencia de las relaciones sexuales. Uno de los miembros no suele tener libido con la pareja en casi ningún momento, y otro de los miembros querría tener relaciones muy frecuentemente. Cuando esto ocurre, incluso suelen preguntarse si su pareja o ellos mismos tienen algún problema porque “no es normal que quiera hacerlo todo el rato” o “no es normal que no le apetezca nunca”.
La realidad es que ninguna de esas situaciones es un problema. No está establecido cuánto deseo es “normal” y cuánto deseo es “patológico” tener. Lo importante es que la cantidad de deseo no cause problemas en la vida diaria (no ser capaz de controlar ese deseo sí que sería un problema, por ejemplo, pero no tenerlo en sí).
Desde la perspectiva evolucionista tiene sentido que al principio de las relaciones se tenga más deseo, ya que la atracción física es la que sostiene la relación al no haber tenido tiempo de cultivar otros aspectos como la intimidad o el compromiso. Conforme la intimidad y el compromiso crecen, el deseo no es tan primordial para mantener la pareja.
A nivel interaccional, nos solemos encontrar con el círculo vicioso de que cuanto más deseo tiene uno, más se agobia el otro, y cuanto menos quiere uno, más insiste el otro. Esta dinámica retroalimenta el alejamiento de ambos en este ámbito.
Soluciones
- No es verdad que haya que esperar a que el deseo aparezca para tener sexo, también el deseo puede aparecer una vez se empiezan a tener acercamientos como caricias o besos, aunque inicialmente partamos de no tener nada de deseo. Es algo parecido a la sensación de empezar a comer sin hambre e ir “abriendo el estómago” poco a poco. Esto no implica que el deseo sea menos genuino o auténtico.
- Conforme más tiempo lleva una pareja, las conductas sensuales (que no sexuales) como besos o caricias se reservan exclusivamente para el momento previo al sexo y durante éste. Eso quiere decir que si el miembro de la pareja que “siempre quiere” besa o acaricia al que “nunca quiere”, éste va a saber la intencionalidad detrás de esa caricia y va a tensarse. Lo ideal es incorporar las conductas sensuales en nuestro día a día sin que necesariamente haya que tener sexo después. Así conseguiremos mayor intimidad en la pareja sin tensión o conflicto, la persona que “nunca quiere” se relajará, porque verá que beso no significa necesariamente tener sexo después, y a la vez aumentamos las probabilidades de que la relación sexual se dé, ya que hemos visto que ese tipo de conductas pueden activar el deseo aunque no se tenga inicialmente.
- Ver qué más problemas tiene la pareja. Muchas veces la pareja tiene problemas de comunicación, de poco tiempo de calidad juntos o de confianza, y es necesario arreglar esos problemas antes de trabajar el deseo. Es muy común que el que “siempre quiere”, al no recibir sexo, se distancie comunicacional y emocionalmente, y que el que “nunca quiere” necesite esa conexión para estar receptivo a relaciones sexuales.
- Saber decir “no” con cariño y saber aceptar el rechazo sin enfado. Cuando la propuesta de relación sexual conlleva una situación tensa o una discusión, tenderemos a evitarla, alejándonos de nuevo. La persona que no quiera debe decir no con cariño y dejando claro que no es nada personal. Comentarios muy comunes como “sólo piensas en eso” o “no me quieres para otra cosa” hará que la otra persona se sienta incomprendida y atacada. Igualmente, recibir un no con enfado o darse media vuelta y dormirse sin mediar palabra es lo más antierótico del mundo. Si nuestra pareja nos rechaza en ese momento, debemos reaccionar también con cariño y dejar claro que no pasa nada si no quiere.
Referencias bibliográficas:
Estupinyà, P. (2013). Sex: la ciencia del sexo. Debate.